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Hotel Gleneagles, Escocia

Rafael de la Fuente   Marbella
Fecha: 07-06-2013 - 07h59
Modif.: 07-06-2013 - 07h59
Publicado por: Rafael de la Fuente
Enlace completo: https://raf.worldofgalina.com/?articulo=Hotel Gleneagles, Escocia&cod=1386



¿Existe el paraíso en la tierra? Sí. Y puede estar en Perthshire, en el corazón de Escocia, entre las ciudades de Stirling y Perth. A una hora de los aeropuertos de Glasgow o de Edinburgo. Sí. Aquello es el paraíso. Sobre todo si el viajero siente verdadera pasión por el golf y los hoteles perfectos.

Me contaron que a un golfista americano que llegó al Gleneagles se le saltaron las lágrimas nada más llegar al  hotel.  Allí los tenía, delante de sus ojos.  A tres de los mejores  campos de golf del planeta. Esperándole. Como se le saltaron después de jugar los 18 hoyos diabólicos del King's Course. El Campo del Rey, el  primero que empezó a hacer posible que el nombre del Gleneagles simbolizara una de las más grandes experiencias de golf  de este mundo.

El águila es el símbolo  heráldico del Gleneagles.  Mucha gente piensa que es por lo del  Glen de las Aguilas (“eagles”). Glen es una palabra del gaélico que nos encontramos con  frecuencia en Escocia y en Irlanda. Un Glen es un valle largo, que puede ser angosto, por el que fluye un rio o un arroyo.
Otra teoría es que Gleneagles es la deformacion de Glen de l'Egliss, una simbiosis del gaélico y el normando,  en memoria  de la antigua iglesia de San Mungo, perdida en aquellos parajes.  

Este milagro que es el Gleneagles – cuando lo inauguraron en 1924 los escoceses decían que era la octava maravilla del mundo -  fue posible gracias a  la magnifica obsesión y a la tenacidad de Donald Matheson, el  Director General de la Caledonian Railways Company ( la compañía de los ferrocarriles escoceses). Un par de años antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial  Matheson vio que había  algo muy especial en aquel lugar de Escocia. Y tuvo una visión de la que   nunca dudó. Allí se levantaría unos de los mejores hoteles de Europa. Y aquella casa  sería el orgullo de las Highlands. Y siendo  Escocia  la patria del golf, el hotel debería ofrecer a sus visitantes unas   espléndidas posibilidades para poder  practicar un deporte que, para sus aficionados,  está más cerca de lo divino que de lo humano.

Convenció Donald Matheson a los propietarios de la empresa ferroviaria que el proyecto llevaría el nombre y la fama de Escocia a la altura de los grandes hoteles y spas de la Europa continental. Y por supuesto el Gleneagles tendría la capacidad de atraer a la gran sociedad internacional hasta aquel  rincón de las Tierras Altas.  El consejo de administración  de la Caledonian dio su aprobación. Los trabajos empezaran en 1913. Todo se tuvo que interrumpir  a causa del estallido de  la guerra y el drama que ésta representó para el Reino Unido.  El hotel se inauguró finalmente en 1924, seis años después del final de la contienda. Pero en realidad nunca se había dejado de trabajar en el que sería el primero de los grandes campos de golf del Gleneagles: el King's Course.

Este campo fue diseñado por uno de los gigantes de la historia del golf, el británico James  Braid, tantas veces ganador del British Open. Sus 18 hoyos y entre ellos el famoso  Brawest, (el que sin duda provocó las lágrimas de aquel golfista americano), siguen siendo para los más experimentados golfistas del mundo un durísimo desafío. Que en cualquier momento puede pulverizar su habilidad y  experiencia. Inexorablemente,  un campo de ese calibre tensará al máximo ese arco emocional que se crea en el jugador que verdaderamente está compitiendo no sólo contra el campo sino contra  él mismo. Aunque existen válvulas de escape para aliviar los momentos de auténtica dureza. Por ejemplo. Detenerte unos segundos para poder contemplar desde el campo uno de los más bellos paisajes de Escocia.

También diseñó el gran James Braid el segundo campo del Gleneagles. El Queen's Course. Otra experiencia  llena de momentos  apasionantes, que también es capaz de  doblegar a los mejores jugadores del circuito del golf internacional. Como lo testimonia otro hoyo diabólico: el 14, el Witches' Bowster.

Ahora se preparan en Gleneagles para un gran acontecimiento en 2014.  En el tercer campo, el PGA Centenary Court. inaugurado en 1993 y diseñado por el maestro de maestros, Jack Nicklaus. Será la sede de  la cuarenta edición de la Ryder Cup. La famosa competición que enfrentará ese año a los mejores jugadores de Europa y de los Estados Unidos. Y para los menos avezados, los 9 hoyos del Wee Course y la Escuela de Golf (The Golf Academy) inaugurados en 1994, harán que una estancia en el Gleneagles se convierta para cualquier aficionado en una experiencia inolvidable.

Como lo será también para aquellos que deseen practicar otros deportes: el tenis, el croquet, los bolos, el senderismo, la pesca de la trucha o la caza. Y desde 1992 la British School of Falconry – la famosa Escuela Británica de Cetrería - tiene su sede en Gleneagles. Sin olvidar la escuela de tiro al plato creada  por el as de la Fórmula Uno, Sir Jackie Stewart.

El hotel fue desde el primer día el éxito que su emplazamiento, sus más de doscientas habitaciones y sus excelentes instalaciones auguraban. Además del aval de uno de los mejores equipos de profesionales de aquella época. Los propietarios de la antigua Caledonian  decidieron llevar el tren hasta el Gleneagles. En aquella época era posible subirse al wagon-lits en la estación junto al hotel y viajar durante la noche para despertarte a la mañana siguiente en pleno centro de Londres. O al revés. Como en el Gleneagles no se descuidan nunca las tradiciones, también hoy en día se puede llegar en tren al hotel. A la Gleneagles Station. Con  la linea Londres – Inverness. Tan sólo es necesario avisar al conserje con la hora de llegada para que puedan enviar un coche a la estación para recoger a los pasajeros y a su equipaje. 

En los viejos tiempos no era infrecuente la llegada de los clientes en los pequeños aeroplanos de la época. Aterrizaban en un terreno habilitado cerca del hotel. Ahora es posible llegar en helicóptero. En una vieja revista de sociedad de entonces, The Sketch, encontré una foto con un grupo de aviadores que acababa de aterrizar en el Gleneagles. Recién llegados y todavía con sus largas chaquetas de cuero y las bufandas puestas, con los guantes, los cascos  y las gafas de piloto en las manos, probablemente estaban decidiendo, mientras charlaban con sus elegantes y bellas acompañantes a qué hora quedarían para tomar el cóctel antes de la cena. Unos años después, algunos de esos jóvenes pilotos salvarían a su país y al resto de Europa. Luchando contra  el nazismo y la Luftwaffe alemana en los cielos de Inglaterra. Muchos de ellos nunca podrían volver al Gleneagles.

Durante aquellos años entre las dos grandes guerras, el calendario de la alta sociedad británica  tenía que incluir una estancia en  las Tierras Altas de Escocia, gracias al Gleneagles. Junto con las regatas de Cowes, el polo en Deauville o los deportes de invierno en Suiza. Y nadie que se alojara en el Gleneagles podría echar de menos la tradicional hospitalidad de  las grandes mansiones inglesas. Como en ellas,  el servicio de mayordomía era legendario. A la llegada se abría y se distribuía en la habitación el equipaje de los huéspedes. Se planchaba el Times, que se entregaba, impecablemente doblado, en una bandeja de plata. Se preparaba el baño y se lustraban durante la noche los zapatos.

Nunca se dejó de comer y de beber maravillosamente bien en el Gleneagles. Los estilos y las modas fueron evolucionando. Pero la calidad siempre permaneció. Hasta el día de hoy. El Gleneagles tiene cuatro magníficos restaurantes: el Strathearn, al estilo clásico y donde se sirven maravillosos platos tradicionales de Escocia. El Restaurante Deseo, capaz de ofrecer al comensal más exigente una sensacional cocina mediterránea.  Además del encantador Dormy Clubhouse. En el que se puede desayunar a cualquier hora.  Muy  importantes ésto, pues en Escocia el desayuno puede ser la comida más memorable del día.. Y el cuarto, el Andrew Fairlie, con las dos estrellas Michelin que consiguió  el maestro Andrew  para este espectacular restaurante, resueltamente fiel a la gran escuela francesa y que lleva el  nombre de este gran chef.

El mundo ha cambiado. Y probablemente cambiará más. Y aún más rápidamente de lo que lo ha hecho hasta ahora. Afortunadamente el Gleneagles seguirá brillando, desde la gran casa, con los fairways, sus bunkers y los greens de su mundo entregado al golf, en aquel rincón encantado de una Escocia intemporal. Tan intemporal como el hotel. Por el tiempo que pasa sin dejar huella. Y que ennoblece. Debemos celebrarlo sin complejos. Al fin y al cabo la humanidad ha necesitados muchos miles de años para poder crear algo como el Gleneagles.









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