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Hotel The Gritti Palace, Venecia

Rafael de la Fuente   Marbella
Fecha: 14-09-2014 - 00h00
Modif.: 15-09-2014 - 11h37
Publicado por: Rafael de la Fuente
Enlace completo: https://raf.worldofgalina.com/?articulo=Hotel The Gritti Palace, Venecia&cod=1852

Siento una especial admiración y afecto por este hotel veneciano. Por eso, en enero del 2006 inauguré con él esta serie dedicada a los hoteles míticos de este planeta. Sobre todos aquellos de larga y fecunda historia.

Siento una especial admiración y afecto por este hotel veneciano. Por eso, en enero del 2006 inauguré con él esta serie dedicada a los hoteles míticos de este planeta. Sobre todos aquellos de larga y fecunda historia. Los artículos han ido evolucionando en positivo, sobre todos gracias a las magníficas fotos que cada mes las excelentes diseñadoras de esta revista les incorporan, después de un complejo proceso de selección.

El Gritti acaba de abrir sus puertas de nuevo. Durante 15 meses, durante los cuales hemos contenido la respiración los viejos amigos de la casa, se ha trabajado con éxito en una renovación completa del hotel. Que ya era necesaria. No ha sido fácil conseguir el perfecto equilibrio entre lo contemporáneo y la tradición y la historia de uno de los hoteles más atractivos de Europa, enclavado a su vez dentro de uno de los más bellos palacios renacentistas de Venecia. Recuerdo las palabras del maestro y amigo René Lecler: “Qué se puede decir del Gritti que ya no se haya dicho más de mil veces? ¿El hotel más amado del mundo? ¿El más bello? ¿El más original? ¿El más íntimo?”

Recuerdo que cuando se entraba en la Gritti Room presidida por el retrato del Dogo Andrea Gritti, el primer dueño de esta casa, el poderoso personaje de la Serenísima que levantó este palacio en el año 1525, se sabía que te encontrabas en un lugar único en el mundo. Y además te dabas cuenta del inmenso mérito de este hotel, excepcional en tantos aspectos, que a su vez tenía que competir con uno de los paisajes urbanos más bellos del planeta, el situado entre la plaza de San Marcos, la iglesia de Santa María del Giglio y el teatro de La Fenice. Las armas secretas del Gritti las describía perfectamente Somerset Maugham: “Cuando me siento a cenar en la misma mesa que me reservaron el año pasado y el anterior, cuando ves tu botella favorita de Soave en el hielo, esperándote, como había sido año tras año, no puedes evitar el sentirte inmensamente afortunado y más cómodo que en tu propia casa.”

Como se sentía la gran diseñadora Valentina Schlee, que cada año, el primero de julio, llegaba a Venecia en el tren de París, sin tener que avisar, con la certeza de que el primer conserje del Gritti, el señor Lis, habría enviado a uno de sus ayudantes para recibirla en la estación. “Arriva sempre di mattina treno Parigi”. Así aparecía en el fichero de la Conserjería , pieza gloriosa en la historia de las Llaves de Oro europeas. O aquel otro huésped, el que ocupaba la suite 115-116, al que evocaba la que fuera la legendaria gobernanta del hotel, la señora Giandomenici, el que escribía en esa suite en la esquina del primer piso, con hermosas vistas sobre el canal, sus iglesias y sus palacios. Se llamaba Ernest Hemingway, era norteamericano y estaba escribiendo “Across de River and into the Trees”. A las diez de la mañana el room-service le traía el desayuno: una botella de champagne y caviar. Para no beber solo, desde la ventana les lanzaba unas botellas de vino a sus amigos los gondoleros que esperaban en el canal. El Gritti era una obra de arte en la que era inútil buscar imperfecciones. Una obra de arte sobre un fondo de discreción y buen gusto.

La larga historia del Gritti recoge épocas de esplendor y otras más complicadas. Después de servir como residencia de los descendientes del Dogo Andrea Gritti, se convirtió en la sede de los embajadores vaticanos en la República de Venecia. Perteneció posteriormente a varias familias de la nobleza veneciana, como los Pisanis. Regresando la propiedad a la familia Gritti, cuando don Camilo Gritti lo adquirió en 1814. Durante siglos se hospedaron en el palacio personajes célebres, sobre todo grandes escritores, como Charles Dickens, George Sand o John Ruskin. A principios del siglo XX se convirtió el viejo palacio en hotel, incorporando el vecino Grand Hotel. En 1948 don Raffaele Masprone, el creador del Gritti Palace, culminó la delicada metamorfosis de aquel palacio “cinquecentesco”, convertido en uno de los hoteles más fascinantes del mundo. Fue una colaboradora abnegada e imprescindible de don Raffaele la ya citada Signora Cosima Giandomenici, la gobernanta del hotel. Sin olvidar que todo el proceso fue tutelado por la CIGA, la sociedad que agrupaba y gestionaba magistralmente los mejores hoteles de Italia. El despegue del Gritti fue fulgurante. Era raro el día en el que no llegaban uno o varios personajes famosos. Y regresamos de nuevo a Somerset Maugham, el ocupante de la suite 112-114, la que cada día la señora Giandomenici llenaba de claveles rojos: “Hay pocas cosas más agradables que estar sentado en la terraza del Gritti, al final de la tarde, cuando el sol, a punto de desaparecer, baña con colores increíbles la iglesia de la Salute, enfrente y al otro lado del agua”.

El gran René Lecler ya no está con nosotros. Nunca podrá conocer el nuevo Gritti. De todas formas, él era cauteloso, tanto en los entusiasmos como en una eventual desaprobación. Creía firmemente en la bondad del paso del tiempo para los grandes hoteles. Estoy seguro que éste será un firme aliado del nuevo hotel y de sus gestores, The Luxury Collection de Starwood Hotels, una de las cadenas hoteleras más importantes del mundo. Me comentan con elogios las grandes novedades: la gran cocina del maestro Daniele Turco en el flamante y elegante Club del Doge, con su “terrazza” sobre las aguas del canal, o en el acogedor Bar Longhi, con su carta de platos ligeros. Las 82 habitaciones y las suites de diseño (dos de las cuales llevan los nombres de los escritores que hemos citado) son todas espectaculares. Sin excepción. Como es espectacular el Spa Acqua di Parma Blu Mediterraneo. Y como nos lo contaba Somerset Maugham, además allí está Venecia, eterna, a la caída de la tarde, al otro lado del canal.



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