Solo he estado en el Martinez de Cannes una vez. Y lo siento. Me encantaría regresar un día. Aunque ahora, con la cadena Hyatt, algunas cosas probablemente serán diferentes. Por eso recuerdo vívidamente cada momento de mi estancia en aquel hotel hace unos veinte años, cuando éste formaba parte del Grupo Taittinger, los propietarios del mítico champán. Teníamos allí la sede del congreso mundial de los Relais & Châteaux, la asociación de los hoteles y restaurantes más exquisitos del planeta. Se celebraba en Cannes, en La Croisette. Y el Martinez era el cuartel general. El personal tenía el barniz que da el cruzarse a diario con los mega-famosos, los privilegiados, las deidades terrenales. Era un hotel elegante, refinado, seguro de sí mismo. Sin ostentaciones. Sin nada que demostrar. Y con una historia muy especial.

Todo empezó cuando el pueblecito de Cannes fue descubierto en 1834 por un noble británico, Lord Brougham, en su viaje camino de Italia. La Croisette era entonces un paseo junto al mar, donde los lugareños solían reunirse. Algunos tenían la costumbre de rezar delante de una cruz, venerada desde hacía siglos. Enfrente, las islas Lerins hacían de vigías, por si naves hostiles se acercaban a aquel lugar encantador. Otros aristócratas ingleses, Lord Woolfield, Sir Temple Leader, siguieron el ejemplo de Lord Brougham. Y llegó el día en que el nombre de Cannes empezaría a sonar en los salones de la mejor sociedad londinense. Como un lugar muy especial, un pequeño paraíso en el sur de Francia, ya en los confines del mundo civilizado.

En tiempos del Emperador Napoleón III, Cannes era ya un lugar consagrado. La Croisette recibió un nuevo nombre, en consonancia con la creciente importancia del lugar. La bautizaron con el nombre de Boulevard de l'Impératrice. En honor de una augusta dama española, doña Eugenia de Montijo, Emperatriz de los Franceses. En 1871 se vino abajo el Segundo Imperio. La Croisette recuperó su nombre primigenio. Fue en aquella época cuando se construyó una elegante y amplia villa - “La Coquette” - en el 73 del Boulevard de la Croisette. Fue adquirida en 1874 por Francisco II, Rey de las Dos Sicilias. Destronado el Monarca, y con el más modesto título de Conde de Caserta, mejoró notablemente el palacete, al que llamó “Villa Marie-Thérèse”. Hasta el fin de la “belle époque”, fue una residencia muy conocida por los importantes acontecimientos sociales que allí se celebraban.

Después de la Primera Guerra Mundial la Croisette se fue llenando de grandes hoteles y edificios importantes. La antigua “Villa Marie-Thérèse” llamó la atención un día de Emmanuel Martinez, un sagaz hotelero siciliano. Decían que su padre, comandante del puerto de Palermo, descendía de una antigua familia española, llegada a Sicilia con los Borbones. Emmanuel , dotado con la ambición de llegar a ser un gran hotelero, se trasladó a Francia en 1902. Aprendió la profesión trabajando en casi todos los grandes hoteles parisinos.

Su sueño empezó a ser realidad el 1 de diciembre de 1927, fecha en la que dieron comienzo los trabajos de construcción del Martinez. Sería entonces el hotel de mayor capacidad de la Costa Azul. El autor del proyecto fue un prestigioso arquitecto de Niza, el maestro Charles Palmero. El hermoso edificio de estilo Art déco se inauguró el 17 de febrero de 1929. Fueron aquellos tiempos muy complicados en Francia y en el resto del mundo. Los nubarrones que oscurecían el horizonte anunciaban ya grandes catástrofes financieras, como el “crash” de Wall Street, a finales del primer año de vida del hotel.

Dadas las dificultades existentes, los hoteleros de Cannes, que hasta entonces acogían solo un turismo de invierno de alta gama, decidieron en 1931 abrir sus hoteles en verano y mejorar así sus ruinosas cuentas de resultados. Por primera vez en su historia, Cannes tendría también una temporada de verano.

La Segunda Guerra Mundial fue un desastre sin paliativos para Emmanuel Martinez y sus intereses. Las autoridades alemanas de ocupación eligieron su hotel como residencia. También gozó el Hôtel Martinez del no deseable patronazgo de organizaciones colaboracionistas francesas de extrema derecha. Y para colmo, estaba la estrecha asociación de Emmanuel Martinez con un tenebroso personaje, el ruso-judío Michel Skolnikoff, acusado de traficar con el Tercer Reich alemán.

Las concomitancias del propietario del Martinez con la extrema derecha y las simpatías que sentían por él y su hotel los nazis tuvieron unas consecuencias terribles para el hotelero. Después de la guerra, las autoridades de la Francia liberada expropiaron el hotel, que pasó a ser propiedad del Estado. Situación que cambió en 1979, año en que el hotel fue vendido al prestigioso grupo hotelero francés Taittinger. Emmanuel Martinez falleció en 1973, con 91 años de edad.

En 1946, en una Francia muy tocada por la posguerra, se produjo un hecho que bordeaba lo milagroso y que cambió el rumbo y la preocupante situación del Hôtel Martinez. Gracias al proyecto de un grupo de cineastas capitaneado por Philippe Erlanger, se retomó la idea de organizar un gran festival internacional de cine. Y desde entonces, cada primavera el Martinez y Cannes se convertirían en la segunda galaxia mundial del cine, con la presencia en La Croisette de todos los mitos vivientes y las jóvenes promesas del Séptimo Arte.

En el 2001 el Estado francés declara al Hôtel Martinez bien histórico protegido por el Patrimonio Nacional. En 2005 el Grupo Taittinger vende el hotel a Starwood Capital Group, una sociedad norteamericana. Permanece en su propiedad hasta el primero de febrero de 2013. Los nuevos propietarios – Constellation Hotel Holdings, con base en Luxemburgo y vinculados a intereses cataríes – prometen cuantiosas inversiones para mantener el standing de este gran casa. La gestión del hotel se contrata con la prestigiosa cadena Hyatt.

El Martinez se llama ahora Grand Hyatt Cannes Hôtel Martinez. Podía haber sido peor. Lo importante es que el hotel sigue siendo una joya. Sus 409 habitaciones y sus 27 espectaculares suites, entre las que destaca la Suite des Oliviers, se reparten por los siete pisos de este maravilloso hotel. La cocina y la bodega del Martinez siempre fueron legendarias. El restaurante a la gran carta, La Palme d'Or, con dos estrellas en la guía Michelin desde 1991, Le Relais Martinez y el restaurante de playa en el Beach Club ofrecen unas posibilidades excepcionales para el gourmet más exigente, en un marco siempre deslumbrante. Afortunadamente el chef sigue siendo Christian Sinicropi. L'Amiral, el piano-bar, es un lugar importante de encuentro para la sociedad internacional de Cannes. El Spa, el Beach Club y los espléndidos salones de reuniones, completan la oferta de un hotel excepcional. Pues sí, la verdad es me encantaría poder regresar al Martinez en un futuro no demasiado lejano.